Un proyecto apasionante: “Brazadas Solidarias” le brinda oportunidades a muchos niños para que consigan alcanzar sus sueños.
Se trata de una organización impulsada por el nadador Christian Jongeneel, que apoya el proyecto de la Fundación Vicente Ferrer, con objetivos como el de reconstruir una casa de acogida para que puedan vivir 25 niños y niñas del sur de la India. Promoviendo diversos eventos deportivos, se pretende recaudar los fondos suficientes para garantizar que estos menores puedan acceder al apoyo nutricional, educativo, sanitario y de integración social.
Con la ilusión de poder hacer lo que más les entusiasma y con el planteamiento de vida de intentar crear un mundo mejor, nace la idea de iniciar esta aventura, que llevará al nadador a afrontar grandes desafíos por todo el planeta. “Llevo toda la vida en el agua nadando y compartiendo con muchos amigos la pasión por el mar”. Este deportista es consciente de que su aportación es solo un pequeño granito de arena, pero sabe que “tan sólo hace falta una pequeña idea, para hacer un gran sueño realidad».
“Brazadas Solidarias” organiza eventos deportivos con un paradigma diferencial: prestar más interés a la vertiente social y solidaria del deporte que a la propia competición. “Nos mueve el despertar de las conciencias y la importancia que todos tenemos con nuestra actitud”.
Christian Jongeneel se ha dedicado toda la vida al mundo de la natación profesional. Inmerso ahora en este proyecto, asegura que las competiciones forman parte de su anterior etapa, sintiéndose ahora completamente realizado. “Estoy en el momento más feliz de mi vida, todo viene de la suma de las experiencias vividas”.
El momento competitivo pasó a un segundo plano en la vida de Christian. Sin embargo, ahora afronta auténticos desafíos, todos ellos con un solo objetivo: poder ayudar a los niños que lo necesitan. “Mi motivación es estar convencido de que lo que hago merece la pena. A día de hoy me resulta mucho más sencillo nadar, el ver que cada brazada va a cambiar la vida de un niño es la mayor de las motivaciones y le da sentido a todo lo que hago”.
Hace varios meses realizó un importante reto en las Islas Canarias: la travesía a nado entre Tenerife y Gran Canaria, de unos 70 kilómetros de distancia. Un desafío de 24 horas en el que decidió prescindir del neopreno, una importante protección frente a las bajas temperaturas del agua. “No lo utilicé porque supone una conexión más íntima con el mar, sintiendo la pureza del propio acto de nadar, como la que siente el montañero que sube al Everest sin oxígeno. Siempre quiero vivir la realidad de ese entorno natural al máximo”.
Este valiente nadador se supera en cada uno de los retos que se propone, y está convencido de que triunfar en la vida no es pasarse 17 horas en el mar, ni más de 50 kilómetros nadando a oscuras. Él tiene claro que “triunfar en la vida es conseguir mejorar la vida de las personas, sentirlas, quererlas y encontrar una empatía con ellas. Creo que vale la pena intentar hacer cosas que consigan cambios positivos tanto como para nosotros mismos como para nuestro entorno”. Y nos asegura que lo más reconfortante al completar un desafío de esa magnitud es la ilusión que se genera en otras personas y la felicidad de poder compartirlo con ellas. “Saber que mi hijo forma parte de este proyecto me hace seguir año tras año y solo deseo mostrarle mi camino para que lo conozca y sea él quien decida si quiere seguir mis pasos”.
Desde el deporte se pueden cambiar muchas realidades. Somos lo que pensamos e imaginamos, pero sobre todo, lo que al final ponemos en práctica, que es el paso fundamental. Muchas veces tenemos ideas que consideramos excelentes, planes increíbles para poder aportar nuestro granito de arena en cambiar el mundo. Pero si nunca damos el paso de convertir esas ideas en realidades, se quedarán en eso, meras ideas. “Desde el agua intento cambiar realidades como la de Kullayamma, una niña con discapacidad que estudia y se prepara para los Special Olympics en la Fundación Vicente Ferrer. Ella quiere terminar su intensa carrera deportiva en lo más alto. Pero en este caso, ganar una medalla no es lo importante. Lo fundamental es que, a pesar de su discapacidad, ha aumentado con creces su autoestima y se ha ganado el respeto de todos en su pueblo. Justo este es el objetivo del proyecto Special Olympics (SO) de la Fundación Vicente Ferrer: empoderar a personas con discapacidad intelectual a través del deporte para mejorar su autonomía, su condición física y, a través de los logros, aumentar su reconocimiento social y su calidad de vida”.
Por ello, debemos estar preparados para soñar con el futuro tal y como queremos que sea. “Yo sueño todos los días con el deporte como instrumento de transformación humana”.
Un bonito proyecto en el que el deporte y la solidaridad, siempre van de la mano.